14 noviembre, 2024

A 25 años del asesinato del “Pelado” Brítez, la deuda de la Justicia duele: es impunidad

Uno de los casos de mayor conmoción de la provincia, por la violencia y la falta de respuestas del Poder Judicial, se recuerda hoy como la tragedia para un niño que soñaba con jugar a la pelota y festejar el Día de la Madre.

 

Jorge Daniel Brítez, “El Pelado”, el niño de 11 años que jugaba y soñaba con jugar toda su vida. Jugar en primera, triunfar en el fútbol, “ser un Maradona”. Ese niño hoy debería tener 36 años, tal vez estar a un paso de colgar los botines en Talleres de Córdoba, club que lo iba a probar para su semillero, pero pocos días antes una bomba casera le estalló en la cara y le arrancó la vida.

El jueves 15 de octubre de 1998 en El Alcázar, a las 6.40, al “Pelado” Brítez le robaron la vida y todos sus sueños. A 25 años del crimen impune en Misiones, no se puede gambetear el dolor, el asesinato conmovió a la provincia y al país, y no tuvo un culpable condenado, no tuvo esclarecimiento.

“Tengo todo grabado en la memoria. Me llamaron al aserradero a las 7 y corrí hasta encontrar a mi hijo tirado boca abajo frente a la casa del médico. Todo ensangrentado, destripado, clavos por todos lados. Lo abracé y no respiraba. No lo puedo sacar de la mente, mi niño asesinado como un perro. Él llevaba un billete de dos pesos, se lo había dado antes de salir a trabajar porque me pidió para comprarle un regalo a su mamá, tres días después era el Día de la Madre. Con Maximiliano Piriz (sobreviviente) ese día cambiaron de recorrido para ir a la escuela, desviaron el camino y encontraron esa caja blanca y roja que tenía un nylon (hilo) que conducía a la casa de Salazar del Risco. Yo vi ese nylon cuando abracé a mi hijo ya muerto”, relató Jorge Antonio Brítez (60), “Toto”, hace tres años.

Hugo Fernando Salazar del Risco (71), el médico peruano acusado de armar el explosivo en una caja de pesca y colocarlo frente a su casa de la avenida Belgrano a pocos metros de la Municipalidad de El Alcázar, en un presunto intento de autoatentado, abandonó el país en el 2000, pocos días después de que el Tribunal Penal 1 de Posadas lo absolviera -con los votos de Ángel De jesús Cardozo y Demetria González de Canteros- por el beneficio de la duda.

El camarista subrogante, Martín Roque González fue el del voto coincidente con el pedido de prisión perpetua que fundamentó la por entonces fiscal del TP-1, Liliana Mabel Picazo.

Salazar del Risco no fue vuelto a ver. Perú negó su extradición dos veces (2004 y 2009). Su abogado en el juicio ante el TP-1 fue José Jacobo Mass, hoy integrante de la Cámara de Apelaciones en lo Penal de Misiones.

El fallo que absolvió al médico peruano se conoció el 22 de noviembre de 2000, en la sala de audiencias del Tribunal Penal 2 en calle San Martín de Posadas.

El médico emigró a Misiones y tuvo residencia en Puerto Libertad, Andresito, Puerto Esperanza y desde 1984 estaba afincado en El Alcázar. Se afilió al Partido Justicialista y hasta fue candidato a intendente en El Alcázar. Se lo investigó por un caso presunto de mala praxis en Puerto Libertad, pero tampoco esa causa tuvo esclarecimiento.


La instrucción del expediente por la muerte del “Pelado” y las lesiones en su amigo Maximiliano Piriz las inició el hoy exjuez de Instrucción de Puerto Rico, Ector Acosta. Fue recusado y la causa pasó a manos del juez subrogante Rubén Lunge. En el expediente se volcaron testigos clave que vieron a Salazar del Risko esa mañana frente a su casa y en situación llamativa antes que la bomba cargada de clavos estallara.

El explosivo fue montado con un matafuego y colocado en una caja plástica de pesca blanca y roja, apoyado en el borde de la vereda y con hilo plástico activado, se presume, desde el interior de la vivienda del galeno.

Materiales idénticos a los utilizados en el aparato para matar fueron hallados por los peritos de la Policía de Misiones.

El portón del garaje de Salazar del Risko estuvo abierto minutos antes del estallido que dejó esquirlas esparcidas entre quince y veinte metros alrededor.

En ese mismo lugar, 25 años después, se puede observar un pequeño santuario que sólo dice “Pelado”, que siempre tiene flores y en el que los vecinos frenan, se persignan y sueltan una plegaria.

Duele y 25 años después la impunidad lo profundiza. Lo resume “Toto” Brítez: “Todo en la memoria tengo, todas las imágenes. El perro Bocha no se le separaba, estaba sobre él ya inmóvil, muerto, y lo cuidaba igual, lo protegía. Hoy sigo sentándome en el frente de casa a la tarde a mirar y esperar que aparezca el ‘Pelado’. Sigo creyendo que va a aparecer sonriente, yo soy hincha de River Plate, pero sospecho que va a aparecer con su camiseta de Boca puesta volviendo de jugar al fútbol”.

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