Boca vs Palmeiras en la final de la Libertadores del 2000. Un Momento para Recordar
La final de ida contra Palmeiras fue 2-2 en La Bombonera. La vuelta se jugará en el Morumbí porque el Parque Antártica no tiene la cantidad mínima de espectadores que se pide para una final continental. En la cancha donde hace de local el Palmeiras entran 27 mil personas, contra las 69 mil que albergará el mítico estadio del San Pablo. Cinco mil hinchas de Boca viajan creyendo que se puede. En Brasil se respira aire de fiesta, Bianchi pega en el vestuario los diarios brasileños que ya dan por campeón al Palmeiras.
El local está tan convencido que va a pasar por encima a Boca que Scolari, a diferencia del partido en La Boca, saca un volante y mete un delantero. Bianchi pone a Guillermo, Palermo y Basualdo, quienes no habían sido titulares en la ida, pero formaron parte del primer Boca del Virrey. Al 11 de memoria solo le falta Cagna que está en España y Chicho Serna lesionado. En los 90 minutos Carlos no haría un solo cambio.
Boca sale a pararse de manos en el Morumbí, Palermo mete un gol que anulan por posición adelantada de Arruabarrena. Palmeiras responde, su 10 Alex pone a prueba los reflejos de Córdoba, que despeja la pelota con los puños como si fuera un boxeador. En el segundo tiempo Riquelme pierde una pelota en mitad de cancha solo para confirmar que siempre te salva el equipo, el héroe colectivo. Alex corre y entra al área, define ante Córdoba, que a esa altura ya es Gulliver. Mide dos metros y parece invencible.
Llegan los penales. Bianchi se le acerca al arquero colombiano y le dice: “Ellos patean a un palo, vos quedate parado. Cuando llega la pelota, te adelantas un paso y te tiras a un palo. Total, no te lo van a hacer patear de nuevo ¿de acuerdo?”. Tiene un papelito en la mano con los nombres “Guillermo, Riquelme, Palermo, Bermúdez, Traverso”. Un integrante del cuerpo técnico le pregunta a Córdoba si se acuerda lo que habían estudiado de adonde pateaba cada jugador de Palmeiras. Óscar está en las nubes, borró su memoria, funciona como un vengador enceguecido. Entonces el ayudante de campo Carlos Ischia va atrás del arco y le va cantando donde patea cada ejecutante.
En el primer penal de Alex se adelanta demasiado, adivina el palo, pero el remate es tan esquinado que es gol igual. Empata Guillermo. Llega el turno de su compatriota Faustino Asprilla y vuelve a adivinar el palo y ahora también la altura del remate. La despeja con los puños, sigue boxeando y va por el KO.
Riquelme pone el 2-1. Entra en escena Roque Junior, patea a la derecha y Córdoba va directo ahí para tapar su segundo penal de la noche. Palermo pone el 3-1. Si Óscar le ataja el penal a Rogerio Boca es campeón, pero llamativamente el arquero va para el lado distinto adonde va la pelota. Todo fríamente calculado para que sea su amigo Jorge Bermúdez el que defina la historia, un regalo de cumpleaños para el defensor que tres días antes cumplió los 29.
El Patrón toma una carrera larga y patea al fondo de los recuerdos. La pelota infla la red y Boca es campeón de Libertadores después de veintidós años. Sale corriendo con los brazos abiertos como un avión que aterriza en la gloria eterna. Al costado del campo de juego Bianchi grita “Campeones acá de vuelta, papá”, recordando que hace seis años en ese mismo estadio le ganó una final de Libertadores a San Pablo con Vélez.
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