22 diciembre, 2024

Niños deslumbrados en el teatro del Parque del Conocimiento

Deslumbrados por el teatro pensado para ellos

La obra ‘Cosas de payasas’ le puso el broche al Festival Kunumi. Sumar a los chicos a las artes con una mirada sensible que les da espacio a la vez que los interpela, el objetivo.

A sala llena y con una puesta en escena que invitó a la risa, la magia y a experimentar muchas sensaciones, ayer cerró la segunda edición del Kunumi, Festival Iberoamericano de Artes Escénicas para las Primeras Infancias. Evento que se celebró con una grilla repleta de propuestas y tuvo como sede el Parque del Conocimiento y el Centro Cultural Vicente Cidade.

Su nombre en guaraní se traduce como ‘ternurita’ y deriva de kunu’u, que en el ancestral idioma evoca el sentimiento de ternura, cariño, caricia; un mimo sublime de esos que llegan al corazón a través del encuentro con el arte orquestado con consciencia y sensibilidad.

Con una apuesta en escena sencilla, algunas luces tenues y poca escenografía -entre portafolios, telas y otros elementos que las propias actrices van montando en escena para que todo el interés esté puesto en ellas-, las payasas despliegan su talento.

Alegría, asombro y emoción, entre las sensaciones que despertó en el público.

Explorando el miedo, la vergüenza, el amor, la alegría, la paciencia, la constancia y la frustración -entre otras emociones que transitan a lo largo de la obra- la puesta lleva a grandes y chicos a reflexionar sobre la importancia del trabajo en equipo, la maternidad, el proceso de aprendizaje y los misterios de la vida, entre otras tantas cuestiones que relucen sobre el tapete a través del universal idioma del arte, tornando sencilla la reflexión de tan complejas concepciones.

El arte de compartir y vivir, el convite al que nos expone la vida, el aprender y enseñar, la obra se vale del humor, la narración, la música, los colores, las luces y otros recursos escenográficos y artísticos que no abundan pero se ajustan con precisión para llegar con el arte al corazón de los espectadores.

Una burbuja de magia

Afuera, el calor y la humedad, así como la preocupación por el alerta meteorológico hacían lo suyo. Mientras que dentro del Teatro de Prosa se vivía una atmósfera completamente diferente.

Delegaciones escolares con niños de salas de 3, 4 y 5; familias, madres e hijos, se preparaban para la función. Cuando las luces atenuaron, los más valientes esperaron expectantes en sus butacas a que comenzara la obra. Otros, se desplazaron al regazo de sus tutores, con un poco de miedo. Sin embargo, cuando la función comenzó, todos se dispusieron atentos a lo que acontecía sobre el escenario.

Aplausos y carcajadas, una constante durante toda la función.

Entre carcajadas, complicidad y aplausos -entre otras  maneras de manifestar que la atención estaba dispuesta por completo en la obra- todos disfrutaron la propuesta.

“Están muy emocionados y conmovidos. Les explicamos antes de salir de la escuela sobre la obra que veníamos a ver, porque todo esto de salir, visitar el teatro, presenciar una obra y más representa un cambio grande de actividad para ellos”, contó Gabriela López, directora del Nivel Inicial de la Escuela Combate Mbororé, de Posadas, que participó con niños de todos los niveles (salas de 3, 4 y 5 años).

“Tiene un gran valor esta experiencia. Los motiva e invita a descubrir, pensar y conocer emociones, sensaciones y más. Aprenden mucho de estas experiencias”, agregó.

Gricelda Rinaldi y Florencia Piccilli llevan adelante la puesta en escena.

Como ellos, niños de la sala de 5 años del Instituto Jesús de Nazareth también disfrutaron de la función. “Es una gran experiencia para ellos. Este tipo de propuestas enriquecen la infancia”, destacaron Liliana Melgarejo y Andrea Díaz, madres que acompañaron a sus niños a la función.

Y así, una vez más, Kunumi dispuso el arte como una herramienta para estimular esa etapa tan primordial y plena de los primeros años de los seres humanos.

A sala llena, ‘Cosas de payasas’ cerró la segunda edición del festival de artes escénicas.

 

Fotos: Natalia Guerrero

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